AGATHA CHRISTIE, LA REINA DEL CRIMEN

La primera novela de Agatha Christie, El misterioso caso de Styles, vio la luz hace 100 años en Reino Unido. Su publicación marcó el inicio de la carrera literaria de la “reina del crimen” que, en vida, sería precursora de varios hitos como mujer: fue pionera en obtener el carné de conducir, practicar surf e incluso divorciarse. Su éxito en literatura es indudable: es la autora más vendida mundialmente y la segunda escritora universal después de William Shakespeare, y sin tener que usar seudónimo como algunas antecesoras (Jane Austen, las hermanas Brontë o J.K. Rowling). Sin embargo, a pesar de su reconocimiento literario en vida, no es una autora especialmente estudiada en las aulas ni presente en bibliotecas escolares.

La literatura criminal en términos generales, o la literatura cuyo eje es un crimen –no solo un asesinato–, tiene un origen incierto, pero existe un consenso al determinar que Edgar Allan Poe, con Los crímenes de la calle Morgue (1841) y su Detective Dupin, es el padre del género porque planteó sus características más fundamentales. Aún así, no es hasta Sherlock Holmes, en Estudio en escarlata (1887), cuando el género logra consolidarse gracias a la destreza narrativa de Conan Doyle. Holmes se convirtió en un personaje tan popular que ha sobrepasado la fama de su creador, fenómeno que no sucede con Agatha Christie, quien se coronó como reina del género.
La influencia de Conan Doyle atrae nuevos escritores y lectores, pero además nuevas tendencias en el género: la narrativa induce a los lectores a desvelar al criminal antes que el detective, pero es un juego desequilibrado porque al autor da privilegios al segundo para desvelar la identidad criminal por instinto o coincidencia, de manera que en ese empeño el lector está en franca desventaja. A raíz de esto surge el fair play, o “juego justo”, un movimiento que, mediante una serie de recomendaciones literarias, propone un modelo justo e ideal para evitar resoluciones insatisfactorias. Este contexto desembocará en la Edad de Oro del género criminal, cuando Agatha Christie entra en escena.
Agatha Christie siguió las recomendaciones del fair play al mismo tiempo que innovó en el panorama literario criminal: por una parte, retomó la sencillez del género y su prototipo tradicional, pero también intercaló muchas de sus vivencias en su obra (viajes a África, la casa donde se crió, su trabajo de enfermera voluntaria en la Cruz Roja durante las dos Guerras Mundiales y la política de su época). Sus pistas falsas, la caracterización de sus personajes, las tramas paralelas, intertextualidad cultural y metaficción son otros de los muchos recursos que enriquecen considerablemente sus obras, sobre todo porque mediante ellos introduce alusiones al contexto sociocultural de su época, a su alter ego (Ariadne Oliver, quien se atribuye los hitos literarios de Christie) y a autores contemporáneos, lo que contribuye, junto con el componente autobiográfico, a crear la duda de ¿qué es ficción y qué es real? y ¿en qué medida lo es?

Por otra parte, también abundan temas como lo gastronómico, el espiritismo y la parapsicología; y aunque Agatha Christie no es feminista, sí se aprecia mayor abundancia de personajes principales femeninos e independientes (aunque caiga en mitos como el amor romántico) en sus novelas.
Agatha Christie fue exitosa en su época, pero también en el presente: continuamente se anuncian adaptaciones al cine, libros, documentales, juegos, representaciones teatrales de su obra; y aún así, no se suele estudiar en las aulas. Dentro del margen de opciones para seleccionar lecturas escolares, Agatha Christie aporta suficientes elementos de interés para formar a los jóvenes lectores.
Raquel Melián Zarabozo. Estudiante de Grado en Español. ULL