NACER EN UN PAÍS Y RENACER EN OTRO

El IES La Laboral de La Laguna da voz a los migrantes y voluntarios del campamento de Las Raíces
Airán Felipe, Nuha García y Gisele Alessandra Nocerino (1º HSB)

El lunes 22 de marzo acudieron al IES La Laboral de La Laguna Abdou y Badr, dos jóvenes migrantes que se alojan en el campamento de Las Raíces, acompañados por Daniel Castro, uno de los voluntarios de la Asamblea de Apoyo a Migrantes de Tenerife. Tanto Abdou, un joven senegalés de 17 años, como Badr, un chico marroquí de 30, nos contaron su historia y muchas cosas más. Su llegada al centro fue sobre las dos de la tarde y nuestras primeras impresiones fueron muy buenas porque vimos a dos chicos muy sonrientes, a pesar de lo que estaban pasando. Al principio, estaban un poco retraídos pero, según iba avanzando la conversación, se fueron soltando y pasamos un rato muy ameno y divertido.
EL VIAJE DE ABDOU
Abdou es un joven de 17 años procedente de Senegal y que pertenece a la conocida como “tribu de los pescadores”. Su familia está formada por tres hermanos, de los que él es el mayor.
El viaje a Canarias le cuesta tres mil euros y afirma que es engañado porque le prometen cosas que no se cumplen. Por ejemplo, le aseguran que algunas necesidades básicas estarán cubiertas durante su viaje en patera, pero eso no ocurre. Al llegar al norte de Tenerife, está un mes alojado en Puerto de la Cruz hasta que lo destinan al campamento de Las Raíces.
Sobre sus planes de futuro, Abdou asegura que le gustaría ser abogado y traer consigo a su madre y a sus dos hermanos para cuidarlos una vez esté asentado en la Península, debido a que su padre ya es mayor.
EL VIAJE DE BADR
La historia de Badr es la historia de un joven de 30 años que decide migrar desde Marrakech por las grandes represiones políticas y policiales o, como dice él textualmente, quiso irse de Marruecos “porque allí no hay ley”.

Todo empieza hace unos seis meses, cuando Badr empieza a ahorrar para llegar a los dos mil euros que conseguirán que se embarque en una patera hacia una vida mejor, junto con cuarenta y cinco migrantes más. Después de cuatro días a la deriva desde Dajla, sin comer ni beber nada, llega al Puerto de Arguineguín, en Gran Canaria. Allí le atiende la Cruz Roja, para luego pasar cuatro días en la playa de Arguineguín. Su próximo destino de, aproximadamente, cuatro meses sería el Hotel Arguineguín Park. En este establecimiento, los migrantes solo tenían derecho a las necesidades básicas: la cama, el cuarto de baño y la comida.
Después de esos cuatro meses, es trasladado al campamento de Las Raíces, en Tenerife, donde en la actualidad hay alrededor de 1.500 personas que se encuentran retenidas en unas de las zonas más frías, lluviosas y ventosas de las isla.
Las quejas por la falta de abrigo, de comida, de agua caliente y de atención médica y psicológica son constantes, según relata Badr. Además, el joven marroquí insiste en que la relación con el personal de seguridad del campamento es difícil. “El campamento cada vez está más masificado y acceder a servicios básicos se complica”, asegura.
Cabe destacar que Badr confirma que en una “habitación” hay hasta 20 personas hacinadas y que las filas para el aseo son interminables. Tampoco encuentra pasatiempos fácilmente, ya que el personal del campamento no se los proporciona. Además, relata que es inútil bajar a la ciudad más próxima, La Laguna, al no poder estar en ningún sitio porque no tiene papeles y la policía siempre le echa de los lugares.
Badr afirma que hay días en los que solo realiza una comida porque no hay suficiente para todos en el campamento y que la fila para recibirla conlleva horas y horas de espera. También asegura que, afortunadamente, hay mucha gente implicada en esta causa que ayuda aportando alimentos, tanto a los que se alojan fuera del campamento en forma de protesta como a los de dentro.
Él, igual que muchos otros migrantes, está muy agradecido por todas las ayudas recibidas de los voluntarios locales, ya que les han proporcionado ropa, mantas, tenis, comida y materiales escolares que han hecho sus días más llevaderos.
Manifiesta que en Marrakech trabajaba de mecánico, pero su jornada laboral era muy larga y el sueldo era muy bajo. Quiso abandonar su país por el sistema judicial tan criminal y la poca libertad personal. Badr solo quiere una vida digna y sueña con un futuro en el que pueda vivir justamente y ayudar a su familia en la Península.
LOS QUE AYUDAN
Daniel Castro cuenta que los voluntarios de la Asamblea de Apoyo a los Migrantes de Tenerife están proporcionando ayuda a todos los migrantes que se encuentran en Las Raíces, pero especialmente a todos los que están fuera del campamento en una situación de desamparo total y con la entrada al campamento vetada (tras haber permanecido más de 72 horas fuera). Además, añade que muchos de los migrantes que sí tienen acceso al campamento deciden habitualmente salir para alimentarse y recibir la ayuda que los voluntarios están proporcionando, ya que las condiciones dentro del campamento son realmente malas y, en especial, la comida. “Muchos salen a comer de la comida que lleva la Asamblea porque la de dentro está en malas condiciones, huele mal, es muy poca y la mayoría solamente come pan como desayuno, almuerzo y cena”, sostiene el voluntario.
Otro punto a tener en cuenta es la libertad que los migrantes tienen. Daniel nos explica que los migrantes no están presos y que, cumpliendo ciertas normas de régimen interno, pueden salir con total normalidad tanto a comer de lo que lleva la Asamblea como a gestionar muchas cosas.

La Asamblea de Apoyo a los Migrantes ha creado un conjunto de comisiones de ayuda entre las que se dividen los voluntarios. La Comisión de Apoyo Legal se encarga de muchas de las gestiones que los migrantes tienen que resolver. Uno de los primeros pasos es conocer quién es el abogado de oficio de cada uno de los migrantes y, desde la Asamblea, se está haciendo todo lo posible para encontrarlos.
También hay una Comisión de Salud, en la que médicos y enfermeros prestan sus servicios en una carpa de manera voluntaria, tratando todo tipo de afecciones leves (golpes, conjuntivitis…) que, según manifiesta Daniel, “dentro del campamento no se están tratando todo lo bien que se debería”. Afirma que la red de voluntarios y, por ende, de solidaridad está funcionando de manera muy eficiente y bonita, pero también indica que “hace falta más ayuda específica en las comisiones” ya que, por ejemplo, hasta hace poco, en la Comisión Legal no se contaba con ningún abogado, así que el trabajo era muy complicado de efectuar sin un gran conocimiento de leyes, por no hablar de las inmensas barreras lingüísticas con las que se han encontrado.
Sobre el objetivo principal de la Asamblea, Castro sostiene que “es mejorar la calidad del día a día de los migrantes” y que los cambios a largo plazo “son algo en lo que podemos insistir, pero no está de nuestra mano”. Otras labores de las que se ocupan son, por ejemplo, hacer que los días no se hagan tan largos a través de pasatiempos, juegos e incluso una “escuelita” en la que voluntarios enseñan español a los migrantes para facilitar los procesos, ya que es parte fundamental para mejorar el día a día de todas las personas que se alojan en el campamento y también es algo imprescindible para mejorar la convivencia.

En este sentido, Daniel expone la realidad paralela a la mostrada en la prensa. Si bien es verdad que ha habido ciertos conflictos, la mayoría provocados por la comida y algún otro recurso, la realidad es que la convivencia está funcionando sorprendentemente bien para las condiciones y la situación de incertidumbre máxima en la que se encuentran.
La mayoría de ellos no quiere quedarse en Canarias, su llegada al archipiélago es tan solo la entrada a Europa. Muchos tienen a sus familiares esperándolos en Italia, Francia u otros países con unas condiciones y unas normativas más permisivas a la hora de pedir asilo político y comenzar una vida nueva.
En relación a la solicitud de asilo político, Daniel cuenta que, según la procedencia del migrante, se tiene más o menos en cuenta dicha solicitud, es decir, una persona proveniente, por ejemplo, de Mali, cuya situación es devastadora y está inmersa en un conflicto armado, tiene muchas más papeletas para recibir el ansiado asilo político que un senegalés o un marroquí.
En los tiempos que corren, un detalle muy importante a tener en cuenta son las medidas anti-covid que estos campamentos para migrantes están proporcionando a las casi 2.000 personas que allí se encuentran. Daniel Castro también se ha pronunciado ante esto, dejando claro que tan solo se toma la temperatura al entrar al campamento, pero una vez dentro no hay ni geles, ni distancias de seguridad, en las comidas están todos juntos y sin protección y en los dormitorios, una vez más, se encuentran todos apelotonados. Dice carecer de información suficiente para asegurar si a su llegada se realiza algún tipo de prueba para detectar el virus. Es esencial destacar que a la hora de relacionarse con los voluntarios sí se están utilizando mascarillas como medio de protección.

Según el voluntario, la gestión de estos centros y, por ende, los contratos estipulados con las ONGs que están llevando a cabo las labores de cuidado y mantenimiento de los migrantes son asunto del Ministerio de Defensa. Es por ello que “barajar un cambio de ONG es muy complicado ya que ni el Gobierno de Canarias, ni el Ayuntamiento de La Laguna tienen nada que hacer, aunque, de todos modos, la mala gestión de Accem se está denunciando y se pide que se haga público el contrato con esta organización, ya que a día de hoy no lo es”.
EL HILO DE LA SOLIDARIDAD
Puestos en contacto con la Delegación del Gobierno en Canarias, desde el gabinete de prensa afirman que «el trabajo de acción se fundamenta en tratar de acompañar y atender las demandas de las personas a las que prestamos atención”. Explican que parten del diálogo, “de explicar las distintas situaciones que pueden surgir y de buscar consensos para facilitar la buena convivencia”. “Por lo tanto, se trabaja diariamente en todos aquellos aspectos en los que se pueda mejorar, no solo en el acompañamiento y asesoramiento, sino también en la atención personalizada de cada migrante» añaden.
Abdou, Badr y otros 1.500 migrantes como ellos sueñan con un futuro mejor cerca de sus familias y se levantan cada día con un objetivo: encontrar un trabajo que les permita vivir con dignidad. Sus vidas, ahora mismo llenas de incertidumbre, penden del hilo de la solidaridad de personas como Daniel Castro y de un país en el que no han nacido, pero en el que buscan renacer.